Pueblos mineros artesanales de LA RINCONADA y CERRO LUNAR (Puno)
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MINEROS ARTESANALES EN LA RINCONADA Y CERRO LUNAR Coraje y esperanza que brillan en el hielo perpetuo En La Rinconada es frecuente ver a las mujeres y hombres caminar con su costal y pico en el hombro, por las gruesas capas del glaciar que cubren las entradas de los socavones. |
Llegamos a La Rinconada y Cerro Lunar luego de muchas horas de trepar las punas altiplánicas, con quince grados bajo cero, fuertes vientos glaciares y el aliento congelado. Pero nos encontramos con dos pueblos mineros pujantes y organizados, dispuestos a implementar una organización eficiente y a combatir sus problemas: la delincuencia, el alcoholismo, la prostitución, la pobreza y la apatía, la contaminación ambiental, mayor seguridad en el trabajo, mejores condiciones laborales, entre otros. Descubrimos que pese a estos problemas, los mineros artesanales de La Rinconada y Cerro Lunar quieren doblegar el destino para ser protagonistas de su desarrollo. Con un coraje a toda prueba, la esperanza surge más reluciente que aquel oro que las entrañas del nevado les proporciona día a día. |
La
Rinconada y Cerro Lunar son dos pueblos mineros que se encuentran en los
confines del territorio peruano, a los pies de imponentes nevados de la
cordillera oriental de los andes en el departamento de Puno a cinco mil
cuatrocientos metros de altura, en el límite territorial con Bolivia.
Llegar a estos enormes campamentos mineros, es un desafío portentoso para
cualquier visitante costeño: oxígeno enrarecido, temperaturas siempre bajo
cero, fuertes vientos e inesperadas granizadas, deben ser tomadas como una
bienvenida.
Pero para los casi 27 mil pobladores, entre hombres, mujeres y niños que
conforman este centro poblado, este es el pan de cada día, su realidad
cotidiana.
De día y de noche, cientos de mineros tienen que transitar caminos
cubiertos de nieves perpetuas, para llegar a las labores en los socavones
abiertos en la roca viva, no sin antes atravesar primero las gruesas capas
del glaciar que cubren las entradas. Una vez dentro, tienen que enfrentar
el agotamiento cotidiano de picar una y otra vez la roca, durante horas,
soportando una intensa humedad que cala los huesos.
Aglutinadas en un área de diez hectáreas, las cientos de precarias
viviendas de las familias de La Rinconada, uno de los pueblos mineros más
altos del mundo, han sido construidas de madera recubierta de calamina,
totora y plástico sobre la misma roca de la montaña, cuyos techos
reverberan por el intenso brillo solar de la sierra.
El agua que consumen proviene principalmente del deshielo que se acumula
en los techos de zinc y es almacenada cada amanecer, en baldes, botellas y
bidones. El agua de La Rinconada está contaminada con todos los residuos
imaginables de la minería. Su consumo por lo tanto, es muy peligroso.
Aún cuando en el año 2000 se instaló el servicio de energía eléctrica, las
viviendas no cuentan con desagüe ni pozos ciegos para los desechos
orgánicos: todo va a la tierra, a la vía pública. El hedor es
insoportable.
Por doquier surgen pequeños comercios, tiendas y servicios tan variados
como vídeo- cine, pollerías, cantinas y chifas. Hace poco los denominados
karaokes o prostíbulos encubiertos fueron cerrados por la furia colectiva
de mujeres y mineros de buen vivir. Las noches son menos estrepitosas,
pero no menos peligrosas.
Una mirada simple alrededor revela los graves problemas de saneamiento
ambiental y contaminación: las calles de la ciudad, están cubiertas de un
eterno y grueso fango sin comparación: mineral, tierra, hielo y relaves.
Enclavada en una pendiente al pie del imponente nevado de Ananea, La
Rinconada aparenta ser un inmenso lavadero natural, por el que discurren
riachuelos que se forman en los nevados, acarreando a su paso por el
pueblo todo tipo de materiales, desechos orgánicos y relaves,
precipitándose constantemente entre las casas, callejuelas y barrios. Más
abajo, Cerro Lunar recibe los torrentes peligrosos de La Rinconada, que se
depositan en pampas que alguna vez fueron tierras sanas.
En el mismo camino a la entrada del pueblo, muy cerca de la escuela
principal, un inmenso basural cubre una extensa porción de una ladera,
sobre el que puede observarse decenas de llamas y alpacas junto a perros y
carneros, alimentándose de los desperdicios, al mismo tiempo que los niños
revolotean tranquilamente entre cerros de basura.
Cerro Lunar en tanto, es un pueblo minero contiguo a La Rinconada de unos
7 mil habitantes. Sus historias se entrelazan y se confunden en una
amalgama de problemas que incluyen severas carencias sanitarias y de
servicios básicos. En la parte baja del pueblo existe una pequeña laguna
formada por las aguas gélidas del nevado, prohibidas para el consumo
humano por sus altos niveles de contaminación, producto de los relaves
mineros.
En La Rinconada y en Cerro Lunar se abren socavones para llegar hasta los
filones de oro, para lo cual se emplean explosivos y se taladran las
piedras con picos y cinceles.
En La Rinconada, las cooperativas trabajan hace años formalmente en
concesiones propias. El reto para estos “modelos empresariales” es
tecnificarse y desarrollar su propia visión empresarial. Su organización
empresarial y las posibilidades de mejorar las condiciones de los
trabajadores mineros o cacharreros, es un reto crucial que viene
enfrentándose decididamente.
Algunos de los contratistas individuales que trabajan en estas minas
utilizan compresoras para extraer el mineral y otros lo hacen a pulso,
pero todos benefician el mineral artesanalmente, moliéndolo en los
quimbaletes y refogando la amalgama de mercurio con sopletes, para obtener
el oro deseado.
Los contratistas, que en su mayoría son mineros artesanales con mucha
experiencia, aportan un derecho a la corporación minera Ananea por la
explotación de varias minas, y subcontratan a un cuantioso ejército de
obreros mineros que vienen de todos los pueblos pobres de la sierra sur
del país e incluso de la sierra central.
Estos trabajadores se relacionan con los contratistas mediante un sistema
llamado “cachorreo”, por el cual los contratistas ceden dos o tres días
del mes de trabajo, para que en grupos o pequeñas sociedades informales,
los mineros exploten la mina para su beneficio personal. Existe un debate
público sobre este sistema, que debe profundizarse para mejorar las
relaciones laborales en estas empresas y elevar los niveles de vida de los
mineros.
Mientras tanto, estas pequeñas sociedades que muchas veces conforman las
propias familias
para el cachorreo, incluyen a los niños y niñas en ciertas actividades,
sea acarreando, chichiqueando, moliendo o quimbaleteando el mineral que
han podido sacar sus padres.
El trabajo entonces, se hace penoso e intenso. Los hombres combaten el
cansancio y el frío mortal del hielo chacchando coca, mientras acarrean
decenas de kilos de mineral en la espalda, y las mujeres y niños
pallaquean o seleccionan posibles champas de mineral escarbando en el
desmonte, antes de molerlo en los quimbaletes.
Las madres y sus pequeños hijos, parados durante horas sobre el quimbalete,
muelen el mineral que sacaron los hombres, para llegar a obtener apenas un
gramo de oro por cada cuarenta o cincuenta kilos de mineral, cuando la
suerte y la montaña son generosas. Pero no siempre.
Por su parte los contratistas, pequeños empresarios mineros de rostro
pétreo y carácter recio, muchas veces pierden todo en una campaña de
explotación, cuando el manto de mineral se aleja de sus esfuerzos e
intuiciones, constituyéndose en una actividad de alto riesgo.
Los niños representan parte importante de la vida en La Rinconada y Cerro
Lunar.
Hay
muchos niños y niñas y todos trabajan y algunos estudian y trabajan. Muy
pocos sólo estudian. En época de colegio trabajan por las tardes, los
sábados y los domingos.
Para la familia de mineros es muy importante que los niños aporten en el
trabajo, pues las probabilidades de obtener oro y ganar en los días del
cachorreo siempre son pocas y se busca asegurar las ganancias de tal vez
los próximos tres o cuatro meses.